En el primer minuto, sin presión alguna, Koundé erró un pase fácil, a ocho metros a Lamine Yamal. Fue una señal de lo que se avecinaba. No era el Barça concentrado de la incipiente era Flick. A los 10 minutos, Ter Stegen no está listo ni preciso en dar el pase a Eric, provoca la expulsión del medio centro y deja el partido muy cuesta arriba. Solo dos minutos después, aún con 0-0, Raphinha tiene un sprint, en solitario, ante el portero monegasco… Y no llega ni a rematar porque no se da cuenta, y nadie le avisa, de que viene un defensa por detrás, que se la quita limpiamente. A Pedri, durante el primer tiempo, le sacaron algunos balones por detrás porque tampoco estuvo avispado, ni nadie le dio la alerta. Ni Pedri parecía Pedri, en el debut europeo del Barça. El fallo de Raphinha en la entrega a Lewandowski, en el segundo gol local, otro que tal. Y Ter Stegen, ni con los pies ni con los puños, parecía el portero titular de la selección alemana.

¿Seguimos, en los fallos de concentración? Desesperante versión europea del Barça. A pesar de jugar con diez jugadores durante 80 minutos, el Mónaco no era el PSG de Mbappé. Con muy poco, ganaron. Y la sensación del Barça, a pesar del gran gol del de siempre y del partidazo de Casadó, fue muy pobre. 10 corners en contra para ningún saque de esquina a favor. Un solo disparo a puerta en 98 minutos -el del gol- y la primera vez que el Barça de Flick encaja más de un tanto en un partido. Ni el entrenador estuvo fino. Con tantos jugadores con la lengua fuera, que los primeros cambios llegasen a 12 minutos del final, incomprensible. El nuevo formato de Champions, para el Barça, tampoco empieza bien. En Mónaco, ante Michael Jordan, era una noche para ganar.