Nadie dijo que fuera fácil, pero quizás pocos se lo esperaban tan difícil con un año tan ilusionante que seguramente habrá ayudado a tapar los ojos más de lo que muchos desearían. El Girona sumó su segunda derrota en lo que va de temporada, las mismas derrotas que acumuló en Montilivi durante la pasada campaña, ante Real Madrid y Villarreal.

Los de Míchel, aquellos que estaban disponibles -porque se podría hacer una once de titulares con los lesionados-, entablaron la cita tras el parón buscando volver a hacer la épica consecutivamente ante otro equipo vasco en el torneo liguero. Y la verdad es que no empezaron nada mal.

Fue oportunidad para Miovski -que metió un golazo con su selección durante el parón-, para Danjuma -que recibió algunos toques de atención de Míchel- y para otros que quizás no tengan tanto protagonismo cuando vuelvan los Tsygankov, Blind, Bryan Gil, Asprilla y compañía. Faltan un total de diez piezas en la plantilla, pero sí algo falta de verdad, en un equipo plagado de nuevas apuestas, es gol.

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El partido se resumió más fácil que otros días. Sin precisión no hay disparos, y sin disparos difícilmente se vean goles. La Real se aprovechó de un desajuste defensivo de los gerundenses para poner tierra de por medio y a los catalanes se les volvió a quedar cara de pocos amigos, viendo también las estadísticas que marcaron un 0,38 de los ‘famosos’ goles esperados.

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El equipo tan solo tiró tres veces hacia la portería de Remiro, aunque ninguna de las ocasiones pareció poner en peligro al guardameta vasco, por lo que no se contabilizaron ocasiones claras. Así pues, la tarea pendiente sigue siendo la misma: generar, no solo peligro, sino la sensación de poner en apuros al rival con acciones claras que recuerden la seña de identidad del equipo. La próxima parada, también en Montilivi, será frente al Slovan Bratislava.