Al Barça, los planes se le estropearon muy pronto en Mónaco. Hansi Flick había tratado de subsanar la ausencia de Olmo dando entrada a Eric García en el pivote y adelantando a Pedri a la mediapunta pero un chocante error de Ter Stegen provocó la expulsión del central a los diez minutos. La historia vivida con Araujo y el PSG en la última edición de la Champions League volvía a la memoria de los barcelonistas. La suerte de este nuevo Barça es que siempre cuenta con el gatillo infalible de Lamine Yamal, que trató de rescatar al equipo a la desesperada con su primer gol en la Copa de Europa. No fue suficiente. 

Al canterano le bastó un cuarto de hora largo para invertir la trama. Como Messi con sus diabólicas diagonales, que todo el mundo se las sabía pero nadie sabía cómo pararlas, Lamine volvió a correr de fuera adentro para soltar un latigazo desde la frontal del área que se coló a la izquierda del portero Köhn. Otra vez debió bajar a la mina para rescatar al equipo. Exhibió su mejor arte, el de pensar con acierto, y con el equipo encasquillado y sin saber cómo dar con Lewandowski, el de Rocafonda supo actuar como un superviviente. El gol le llegó con otra asistencia certera de un Marc Casadó con suficiente personalidad como para arriesgar en momentos crudos. Lamine encuentro el interruptor en medio de la oscuridad.

La influencia del canterano se está notando, y de qué manera, en este nuevo Barça de Flick. En todos los partidos oficiales, en los cinco de LaLiga y en el de la Champions League, su clarividencia ofensiva se ha notado. Cuatro goles y cuatro asistencias. Cuando no marca, pasa el balón para que otros celebren el tanto. Frente a Valencia, Rayo y Valladolid (2), el de Rocafonda se sacó de la chistera pases que terminaron en celebración goleadora. Ante Athletic, Girona y Mónaco, impuso su olfato goleador, pero sobre todo, su zurda, que le ha llevado a compartir con Lewandowski el cartel de máximo anotador del equipo.

Tres de ellos, no calcados pero sí similares. Los tres desde la frontal del área, con la pierna izquierda y colocando el esférico donde quería. Uno apuntando y colocando. Dos llegando en carrera desde la banda. El cuarto, presionando y robando el balón. Suerte que el Barça tiene en Lamine un arma bien engrasada que no falla. No ha servido en el Stade Louis II pero lo será otras muchas veces en Europa